jueves, 13 de noviembre de 2008

Ten Minutes Older, 1978, Herz Frank

LO QUE CABE EN DIEZ MINUTOS.
No es ningún descubrimiento, desde luego, pero es un hito del cine documental que siempre apetece volver a ver...


domingo, 9 de noviembre de 2008

NOVIEMBRE 2008

CIELO.

La caza, Carlos Saura

The Dark Knight, "Batman Begins II: EL caballero oscuro", Cristopher Nolan

Persépolis, Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud

El crimen de la calle Bordadores, Edgar Neville

En la ciudad de Sylvia, José Luis Guerín

Before The Devil Knows You're Dead, "Antes que el diablo sepa que has muerto", Sydney Lumet

Mamma Roma, Pier Paolo Pasolini

A Bronx Tale, "Una historia del Bronx", Robert de Niro

A Cock And Bull History, "Tristram Shandy", Michael Winterbottom

Finding Nemo, "Buscando a Nemo", Andrew Stanton


INFIERNO.

El nido vacío, Daniel Burman


The Dark Knight, "Batman Begins II: El caballero oscuro", Cristopher Nolan

The Village, "El bosque", M. Night Shyamalan

PURGATORIO.

Tropic Thunder, Ben Stiller

The Aviator, "El aviador", Martin Scorsese

jueves, 6 de noviembre de 2008

lunes, 3 de noviembre de 2008

Noche y niebla, "Nuit et brouillard", 1955, Alain Resnais

LA DERROTA DE LA IMAGEN

«El Decreto Noche y Niebla o Decreto Nacht und Nebel, también Decreto NN, es la expresión eufemística, inspirada de una obra de Richard Wagner, con la que se conoce a una directiva del gobierno de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial para la eliminación física de oponentes políticos y miembros de la resistencia en los territorios ocupados, pero que también fue aprovechada para el asesinato de prisioneros de guerra.
El decreto, reconstruido y declarado criminal durante los procesos de Núremberg, en los que se condenó expresamente a su mariscal firmante Wilhelm Keitel, se aplicaba y ejecutaba de manera que no se conservase testimonio o registro de los hechos y sus circunstancias.» [1]

Cuando el espectador se enfrenta a una imagen la primera pregunta que se hace, consciente o inconscientemente es: ¿qué veo en esta imagen?. Ésta es la pregunta que no paramos de repetirnos durante los 90 minutos que pueda durar un film cualquiera. Fotograma a fotograma el espectador examina, intuye, reconoce, construye, busca o infiere, y finalmente concluye la respuesta a esa pregunta capital, creyendo encontrar el significado oculto revelado. (Probablemente si algunos espectadores se diesen cuenta del laborioso y complejísimo proceso que han de poner en marcha para visionar una película, las salas estarían desiertas). Por sencilla que parezca, la cuestión no puede ser más problemática. ¿Qué se ve en una imagen? ¿Qué revela o puede revelar?. Esa sensación de ‘encuentro del significado oculto revelado’ no es, en muchas ocasiones, más que un ejercicio de optimismo desmedido.

Aún no hemos terminado de encontrar respuesta a estas preguntas cuando, irremediablemente, aparece la necesidad de sumar otra interrogación, acaso más enigmática que las anteriores e igualmente difícil de abarcar. No podemos imaginar el gozo que experimentó el Hombre cuando encontró el lenguaje y pudo multiplicar así sus perspectivas de comunicarse, ni el extrañamiento cuando, examinando las posibilidades de éste, se dio cuenta de que aquello que servía para mostrar podía servir también para ocultar, como si la verdad y la mentira fuesen a veces hijas de una misma madre, y que de hecho es habitual e insalvable que al tiempo que se muestre… se oculte. Y es precisamente sobre esta cuestión sobre la que debemos dar luz en lo que al ámbito de las imágenes se refiere.

La siguiente interrogación sería pues: ¿qué oculta una imagen?, o también: ¿qué no puede mostrar?. Lo primero que debería hacer el espectador maduro para evitar ese tipo de optimismo del que hablábamos –que, paradójicamente, convierte al que mira en ciego- es eliminar de una vez por todas su inquebrantable fe en las imágenes. Debemos dejar de creer. Este ateísmo cinematográfico es condición indispensable para poder partir, al estilo cartesiano, puramente de la duda, y así… acaso ver más, o por lo menos mejor.

Estas cuestiones sobre lo que las imágenes revelan o esconden, o sobre lo que son capaces de revelar o esconder, nos remiten en última instancia a los límites de las propias imágenes, a sus capacidades; qué puede una imagen. Y quizá, un poco más allá, a cuestionarnos cuál es la naturaleza de ‘lo irrepresentable’. Es precisamente aquí donde conviene detenernos y conectar por fin el discurso con "Noche y niebla", porque no somos –no hay duda- los primeros que nos hacemos estas preguntas.

En 1911 el artista francés Marcel Duchamp pintaba "Desnudo bajando una escalera". La obra representa el esfuerzo del pintor por plasmar en un lienzo la idea movimiento. Haciéndolo, Duchamp se cuestionaba los límites mismos de la pintura, las fronteras de la creación/representación pictórica. Las cuestiones que se plantea Alain Renais en "Noche y niebla" escenifican la misma lucha.

«Ninguna descripción ni imagen puede revelar su verdadera dimensión: sólo un terror interrumpido». Este extracto del film –texto redactado y locutado por el poeta Jean Cayrol, superviviente de Mauthausen- revela primero, en contra de lo que pueda parecer, una victoria: la de un cineasta inteligente y dotado capaz de reflexionar sobre su propio medio y de ahondar en el conocimiento de las imágenes. En segundo lugar es, obviamente, la historia de una derrota –al menos en opinión de ese mismo director-, como si por mucho que ordene, estire, retuerza o amontone las imágenes… simplemente no fuese suficiente. Quizá sea ésta la naturaleza de lo irrepresentable para Resnais. En este sentido ya el mismo Jean Cayrol hablaba en sus "Poemas de la noche y la niebla" de ‘lo indecible’ a propósito de la incapacidad para extraer a la superficie la verdadera naturaleza de ciertas experiencias. Este punto de vista explicaría la ausencia de entrevistas, por otra parte tan comunes en este tipo de documentales (dejamos pendiente para otro espacio una reflexión necesaria a propósito de la imprescindible "Shoah", de Claude Lanzmann, con la que se podría establecer interesantes comparaciones).

No deja de ser singular que contrariamente al sentir de Resnais, el film supusiera para muchos una revelación –la de los hechos mismos que el director declaraba imposible de registrar-. Nos encontramos a mediados de los años 50, y los documentos gráficos sobre el Holocausto son escasísimos. Tanto es así que muchos dudaban entonces de que se hubiese producido –todavía hoy no son pocos los que se acogen a cierta teoría ‘negacionista’-. Volvemos nuevamente a las cuestiones sobre el poder de la imagen y su contradictoria habilidad para hacer visible.

[1] Wikipedia, la enciclopedia libre: www.wikipedia.com

domingo, 2 de noviembre de 2008

'Charabia', La canción de Modern Times.

"MODERN TIMES", 1936, CHARLES CHAPLIN.

<< Los versos siguientes fueron las primeras palabras pronunciadas por Chaplin en un film propio. En 1935, al realizar Modern Times, decidió ratificar su preferencia por el cine mudo por lo menos para su personaje. Se escuchan unos pocos diálogos en el film, pero el protagonista sólo se expresa con la mímina y el movimiento. La excepción es un número final de canto, en el que Charlot pronuncia una pensada jerizonga de palabras en varios idiomas o simplemente inexistentes:

"Se Bella ciu satore
Je notre so cafore
Je notre si cavore
Je le tu le tu le twa
La spinach or la tuko
Gigeretto toto torlo
E rusho spagaletto
Je le tu le tu le twa
La der la ser pawnbroker
Lusern seprer how mucher
E ses confees a potcha
Ponka walla ponka waa,
Señora ce le tima
Voulez-vous le taximetre
Le jonta tu la zita
Je le tu le tu le twaa." >>




La canción es en realidad una versión -muy, muy libre- de la de Lèo Daniderff: "Je cherche aprés Titine", consistente en una mezcla de versos en algo semejante al francés y al italiano con palabras en inglés.

Homero Alsina Thevenet, Chaplin: todo sobre un mito, ed. Bruguera S.A., Barcelona 1977.