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Las hermanas Bolena es una de esas producciones que vienen a confirmar esa cierta equivalencia casi homónima entre las palabras best seller y blockbuster. Su director, Justin Chadwick, firma aquí un producto convencional, rutinario y de escaso interés, pero que probablemente aprovechará el tirón de los protagonistas para dejar su huella en taquilla.
Basada en la novela superventas de Philippa Gregory, Las hermanas Bolena pone en escena una tópica historia de intrigas palaciegas en la corte del rey Enrique VIII. El hecho de que BBC Films se cuente entre las productoras de esta cinta no debe dejarse pasar por alto, ya que efectivamente Las hermanas Bolena parece contagiada del espíritu de las exitosas adaptaciones televisivas históricas de la cadena británica. En este sentido es significativo que el propio Justin Chadwick provenga de la dirección de series para la televisión británica, lo cual terminaría de explicar la escasa entidad cinematográfica del film.
Como suele ser acostumbrado en este tipo de producciones, la película cuenta con un esmerado diseño artístico en el que tanto vestuario como decorados encuentran un lugar perfecto para su obligado lucimiento sin sorpresas. Las interpretaciones del trío protagonista son correctas pero superficiales, y si alguien pensaba que la rivalidad de las Bolena se traduciría en pantalla en un duelo interpretativo entre las actrices que les dan cuerpo y voz… se equivoca. Por supuesto no ayuda a crear interpretaciones memorables la construcción de unos personajes planos y sin matices en favor, se supone, de un ritmo que tampoco termina de cuajar. La omnipresente partitura de su banda sonora recorre la cinta de principio a fin aportando más bien poco, y molestando la mayoría de las veces. Para terminar de redondear la escasa personalidad del film, su director se entrega a una realización conformista y banal poco destacable, en la que un único motivo resulta sugestivo: la propuesta de comenzar algunas de las escenas en la corte situando la cámara detrás de una pared, de celosías o de telas, dando la sensación así de que la cámara misma está intrigando, espiando, como si escuchásemos detrás de las paredes o mirásemos por una cerradura. Detalles como estos pueden parecer nimios pero no lo son en absoluto, es más, suponen a veces la diferencia entre un gran director y un director convencional.
Las hermanas Bolena no aporta nada nuevo. Mucho más interesante y divertida, también ambientada en la corte del monarca británico, es La vida privada de Enrique VIII (The Private Life Of Henry VIII, Alexander Korda, 1933) por ejemplo. O si se quiere la reciente María Antonieta (Marie Antoinette, Sofía Coppola, 2006), referida ésta, obviamente, a la corte francesa.
Película innecesaria en definitiva, que pasa por ser uno más de los incontables productos que la industria anglosajona fabrica con atractivo envoltorio y contenido vacuo, listo para el consumo y que una vez engullido no dejará ni rastro de su paso por nosotros.
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